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Las cámaras acorazadas de la que fuera sede del Banco Central albergan hoy legados culturales de importancia inmaterial. En los cajetines donde antes se guardaban dinero y joyas hoy reposan manuscritos, cuadernos y primeras ediciones de libros de autores universales. El ilustre edificio hoy en día es la sede del Instituto Cervantes, que tuvo la gran idea de preservar así, de manera tanto simbólica como real, la memoria de escritores, artistas o científicos.

Dijo el reciente premio Princesa de Asturias, Eduardo Mendoza, al depositar su legado: «La única cosa que puede pervivir después de la desaparición de las personas es su memoria». La memoria se expresa de muchas maneras. El poeta chileno Nicanor Parra depositó en la caja de seguridad su antigua máquina de escribir, el hispanista Jhon Elliott su reloj suizo, el músico Joan Manuel Serrat sus cuadernos y sonidos, el compositor Luis de Pablo partituras, el escritor Juan Goytisolo dejó bajo llave el manuscrito de una obra sobre el que dio instrucciones de que no se publicara hasta diez años después de su muerte. 

Lo que prima en esas cajas es el papel. Las Cajas de las Letras contienen valiosos documentos y objetos relacionados con el arte, el cine, el teatro, la música, la danza y, por supuesto, las letras.

Un patrimonio cultural que es todo un tesoro.